Por estos días, se han registrado máximas históricas de temperatura en la zona centro del país. Salir de la ciudad en busca de mejores condiciones es la opción de algunos. Esto que parece intuitivo, responde a una realidad: se siente más calor en los centros urbanos.
En la actualidad más de la mitad de la población mundial vive y desarrolla sus actividades en áreas urbanas, convirtiendo a la ciudad en el hábitat principal del ser humano. En el contexto latinoamericano, Chile se sitúa sobre el promedio (75%), alcanzando un 89,5% en el 2015, según los datos publicados en el World Cities Report (UN-HABITAT, 2016).
Con la llegada del verano, los y las habitantes de las áreas urbanas sufren por las altas temperaturas, las que se sienten con mayor intensidad al interior de las ciudades, producto de las modificaciones a nivel local, de los materiales de las superficies edificadas y las actividades antropogénicas. A esto se suma, la reducción de la vegetación, la disminución de la capacidad de ventilación natural, el sobrecalentamiento del aire por el aumento de superficies de hormigón, la concentración de contaminantes, entre otras.
Producto de lo anterior, se han encontrado diferencias de más de 10°C entre la temperatura del aire en la ciudad y los entornos no urbanos. Destacándose la formación de islas de calor, sequedad, frío y humedad. Estos factores aumentan el riesgo de ocurrencia de enfermedades respiratorias, situaciones de disconfort y estrés térmico, entre otros. Es por esto que el clima influye de manera directa e indirecta sobre la salud humana, la calidad de vida, la eficiencia, el mantenimiento de los edificios y el uso de los espacios públicos. En esto radica la importancia de considerar el clima en la planificación urbana.
A esta condición inherente del clima de la ciudad, se suma el aumento en número e intensidad de las olas de calor, como la que se ha vivido en la Región Metropolitana por estos días. Una ola de calor se entiende cuando altas temperaturas se mantienen por tres o más días y la temperatura máxima supera el percentil 90 (calculado para cada mes y cada ciudad de acuerdo con el comportamiento observado los últimos 30 años).
Esto es aún más relevante si se considera que las olas de calor se determinan considerando la temperatura registrada por las estaciones de la Dirección Meteorológica de Chile, comúnmente instaladas en aeropuertos, con características rurales o periurbanas. Esto quiere decir que una temperatura de 33° registrada, por ejemplo, en la estación Bernardo O´Higgins (aeródromo ubicado a 5 km del límite urbano de la ciudad de Chillán), puede significar que en la zona urbana las temperaturas fácilmente superan los 35°C.
En este contexto, resulta clave evaluar medidas de mitigación ofrecidas por el entorno de las ciudades. Actualmente espacios interiores con terrenos agrícolas, sectores con vegetación natural, cauces, esteros han quedado insertos en la ciudad como espacios residuales, desconectados y en algunos casos abandonados. Los planes reguladores no han aprovechado su potencial para articular dichos espacios naturales con los puntos verdes urbanos, tales como bandejones centrales, plazas y parques que, en conjunto, podrían configurar una red de espacios públicos y con ello favorecer el suministro de servicios ecosistémicos urbanos.
Columna disponible en La Tercera.
Académica del Departamento de Geografía, Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile. Investigadora Red de Pobreza Energética.
Académica del Departamento de Arquitectura de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile. Investigadora Red de Pobreza Energética