El vínculo entre pobreza y género ha impulsado numerosas investigaciones en organismos internacionales. En Chile, este tema no es titular ¿Será porque es un tópico emergente o porque preferimos evitar asuntos que son duros de roer? La pobreza es compleja de abordar porque tiene muchas caras y una de ellas es la que nace del cruce entre energía, género y pobreza: las mujeres son las más pobres energéticamente.
El concepto de pobreza energética sigue siendo desconocido para muchos. Acogiendo a los esfuerzos impulsados por el Estado, la Red de Pobreza Energética ha trabajado en su definición exponiendo que un hogar se encuentra en un estado de pobreza energética cuando no dispone de energía suficiente para cubrir las necesidades fundamentales, como acceso a agua, temperatura mínima y máxima, agua caliente sanitaria, iluminación, por mencionar algunas.
La pobreza energética va más allá del mero acceso al recurso, pues integra variables como calidad y equidad así como de sociales y culturales. No es lo mismo, por ejemplo, climatizar una casa con leña húmeda y estar expuesto a contaminación intradomiciliaria, que calefaccionar con una fuente limpia como la geotermia. Si bien existen todavía variados desafíos en esta temática de género, de cara al comienzo de la época invernal y la llegada de las bajas temperaturas, es la pobreza energética una de las caras de esta desigualdad.
En Chile, esta discusión es incipiente, sin embargo, en países como Reino Unido y España se han realizado estudios que señalan que las mujeres son las más expuestas a la pobreza energética. En el Reino Unido los movimientos ciudadanos han tomado el tema como una bandera de lucha en contra la injusticia social. Por otra parte, la Asociación Catalana de Ingeniería Sin Fronteras en 2016 señaló que los sectores más vulnerables en España son las familias monoparentales, las mujeres jubiladas, jefas de hogar, trabajadoras de servicio doméstico y las mujeres migrantes.
La realidad chilena ofrece un escenario similar: es la mujer quien realiza mayor trabajo no remunerado, lo que incluye trabajos domésticos y de cuidado en el hogar, destinando en promedio 2 horas diarias más para actividades de este tipo (Encuesta Nacional Sobre Uso del Tiempo). La mujer es quien pasa más tiempo en el hogar, jugando un rol protagónico en el cuidado de niños y adultos mayores.
Por otra parte, de acuerdo a datos de la encuesta CASEN 2015 los hogares liderados por mujeres muestran una tendencia hacia estados de conservación más precarios de las viviendas (tipo de vivienda, material y estado de conservación de muros, piso y techo) respecto de aquellos hogares liderados por hombres.
Estos datos sugieren que la pobreza energética afecta mayormente a mujeres, siendo este nexo entre género y pobreza una categoría de análisis urgente a la hora de impulsar políticas públicas que buscan disminuir la pobreza energética de nuestro país. Creemos y sostenemos que el primer paso es incluir la perspectiva de género a la hora de construir los instrumentos de diagnóstico, ya que partir con datos certeros que visibilicen esta dramática situación en la que viven miles de mujeres junto a las personas que ellas tienen a cargo, es fundamental para hacer de nuestra sociedad una más inclusiva, justa y sana.
Sofía Vargas, Investigadora CEGA
Jorgelina Sannazzaro, investigadora NUMIES
* Ambas investigadoras pertenecen a la Red de Pobreza Energética – RedPE